La vida de Kike Romá es un testimonio de dedicación y compromiso hacia los más vulnerables. Desde su infancia en Alicante, donde creció en un hogar que valoraba la solidaridad y la dignidad, Kike ha hecho de su vida una misión: ayudar a aquellos que más lo necesitan. Su trayectoria profesional es un reflejo de su profunda empatía y su deseo de marcar una diferencia en la vida de las personas con discapacidad y en situaciones de vulnerabilidad.
### Un Cambio de Rumbo: De Veterinario a Educador Social
Kike Romá, nacido en 1972, comenzó su carrera académica en el campo de la veterinaria, obteniendo su licenciatura en la Universidad de Murcia en 1995. Sin embargo, su vida dio un giro inesperado cuando decidió dejar atrás su bata de médico para dedicarse a la educación social. Este cambio no fue impulsado por un desinterés en la medicina, sino por un llamado más profundo: el deseo de acompañar y cuidar a personas en situaciones críticas.
Su formación como educador social le permitió desarrollar habilidades esenciales para trabajar en el Centro San Rafael, un lugar donde se atiende a personas con discapacidad intelectual. Aquí, Kike no solo se convirtió en un educador, sino también en un defensor de la dignidad humana. La experiencia en este centro le enseñó que la discapacidad es un concepto relativo y que cada individuo merece ser tratado con respeto y humanidad.
Kike ha aprendido a escuchar y a estar presente en los momentos más difíciles de la vida de las personas. Su trabajo incluye acompañar a aquellos que se encuentran en la etapa final de sus vidas, ofreciendo apoyo emocional y práctico a quienes no tienen a nadie más. Esta labor, según él, es transformadora tanto para el acompañante como para el acompañado, ya que enseña a valorar la vida y a cerrar ciclos con dignidad.
### La Influencia de la Familia y el Entorno
El entorno familiar de Kike ha sido fundamental en su desarrollo personal y profesional. Criado en un hogar donde la solidaridad y la empatía eran valores centrales, Kike aprendió desde joven la importancia de ayudar a los demás. Su padre, Miguel Romá, fue un hombre que dedicó su vida a la comunidad, abriendo su hogar a inmigrantes y personas necesitadas. Esta herencia de generosidad ha dejado una huella indeleble en Kike, quien continúa el legado de su padre al abrir las puertas de su hogar a quienes lo necesitan.
Kike no solo se ha comprometido con su trabajo, sino que también ha formado una familia que comparte sus valores. Tiene tres hijos, dos de los cuales han superado la adolescencia y están forjando sus propios caminos en la vida. Su hija Candela es socióloga, mientras que Marina se prepara para ser profesora de educación infantil. Además, Kike ha acogido a Mohamed, un niño que llegó de África, lo que refleja su compromiso con la inclusión y la diversidad.
La abuela de Kike, Marinadi, a sus ochenta años, sigue siendo un pilar en su vida, manteniendo su hogar abierto a cualquier persona que necesite un plato de comida o un lugar donde sentirse bienvenido. Esta tradición familiar de hospitalidad y apoyo mutuo es un claro reflejo de los valores que Kike ha llevado a su vida profesional.
### Un Futuro Comprometido con la Inclusión
Kike Romá no solo se limita a su trabajo en el Centro San Rafael; también es un miembro activo de la Plataforma Contra la Pobreza, donde lucha por los derechos de los más desfavorecidos. Su compromiso con la justicia social y la dignidad humana lo ha llevado a involucrarse en diversas causas que buscan equilibrar las desigualdades en la sociedad.
La visión de Kike sobre la inclusión es clara: todos merecen tener un proyecto de vida pleno, independientemente de su situación de dependencia. Su trabajo diario es un testimonio de que, a pesar de las dificultades, siempre hay espacio para la esperanza y el cambio. Kike cree firmemente que, al abrir nuestras puertas y corazones, recibimos mucho más de lo que damos, una lección que ha aprendido a lo largo de su vida.
La historia de Kike Romá es un recordatorio de que la verdadera felicidad y realización personal se encuentran en el servicio a los demás. Su vida y trabajo son un ejemplo de cómo la empatía y la solidaridad pueden transformar no solo a las personas que reciben ayuda, sino también a quienes la brindan. En un mundo que a menudo parece dividido, Kike continúa siendo un faro de luz y esperanza, demostrando que la dignidad y el respeto son valores que deben prevalecer en nuestra sociedad.