El 23 de octubre de 2015, la provincia de Alicante se encontraba en un momento crucial, marcado por una serie de eventos que abarcaban desde la política hasta la cultura, pasando por la economía y la vida cotidiana de sus habitantes. En la portada de un medio local, se destacaba una iniciativa singular: la concejala Marisol Moreno anunciaba un censo de mujeres controladoras de gatos en la ciudad. Esta propuesta no solo buscaba organizar a las voluntarias que alimentaban a las colonias felinas, sino que también pretendía coordinar un plan de esterilización municipal, un paso significativo hacia la protección y bienestar de los animales en la urbe. Sin embargo, la noticia no solo se centraba en el bienestar animal; también había un trasfondo de preocupación social, ya que la Policía investigaba el envenenamiento de varios gatos en el Cabo de las Huertas, un suceso que había generado indignación entre los vecinos.
La política local también estaba en el centro de atención. En Barcelona, un juez había decidido enviar a prisión sin fianza a Daniel Osàcar, tesorero de Convergència Democràtica de Catalunya, en el marco de la trama de corrupción conocida como el 3%. Este escándalo resonaba en toda España, mientras que en Galicia, el fiscal sostenía que los padres de Asunta Basterra habían planificado el asesinato de su hija, un crimen que había conmocionado a la nación. En Alicante, el panorama político no era menos turbulento. Las tensiones internas en el tripartito que gobernaba el Ayuntamiento se hacían evidentes, especialmente en relación con el macrocentro comercial de Rabasa. El entonces alcalde, Gabriel Echávarri, desautorizaba públicamente a su socio de gobierno, Miguel Ángel Pavón, defendiendo que la modificación del PGOU permitiría la instalación de Ikea en cualquier lugar que se considerara adecuado. Este proyecto urbanístico se convirtió en uno de los puntos de fricción más destacados del mandato, evidenciando las divisiones dentro del gobierno local.
En el ámbito judicial, el Tribunal Superior de Justicia condenaba al Ayuntamiento de Alicante por tercera vez debido a “mala gestión”, obligándolo a indemnizar con 500.000 euros por irregularidades en la contrata de las sillas de la Explanada. Este fallo elevaba la factura municipal acumulada a 22,5 millones de euros, un golpe duro para las arcas públicas en un momento en que la economía provincial mostraba signos de debilidad. La Encuesta de Población Activa (EPA) del tercer trimestre de 2015 revelaba que la tasa de desempleo se mantenía en un alarmante 23,39%, con 209.800 personas sin trabajo, una cifra que no había cambiado significativamente en cuatro años. Sin embargo, no todo eran malas noticias: las exportaciones de la provincia crecían a un ritmo superior al de la media nacional, con un incremento del 12,2% en agosto, impulsadas por sectores como el calzado y la alimentación.
En el contexto internacional, la Unión Europea mostraba reticencias a la dación en pago para salvar la Ciudad de la Luz, lo que llevó al presidente valenciano, Ximo Puig, a viajar a Bruselas en un intento por desbloquear la situación. A pesar de los desafíos políticos y económicos, la cultura y el deporte también ocupaban un lugar destacado en la agenda. En Alcoy, el guitarrista japonés Hirosi Fujii, quien se había convertido en un alcoyano más desde su llegada en 1993, iba a dirigir el Himno de las Fiestas de Moros y Cristianos como “dolçainer de honor”. En el mundo del fútbol, la noticia del cáncer de pulmón del legendario Johan Cruyff conmocionaba a los aficionados, generando una ola de apoyo y solidaridad.
El entretenimiento también tenía su espacio en la jornada. El cantante Raphael regresaba al cine con “Mi gran noche”, mientras que Verónica Forqué brillaba en el Teatro Principal de Alicante, mostrando que la cultura seguía viva y vibrante en la provincia. Así, el 23 de octubre de 2015, Alicante se presentaba como un microcosmos de la realidad española, donde la política convulsa, los juicios mediáticos, la lucha contra el desempleo y la defensa de los derechos de los animales coexistían en un mismo espacio y tiempo. La propuesta de un censo de mujeres controladoras de gatos, aunque peculiar, simbolizaba un esfuerzo por mejorar la vida de los animales y, por extensión, la de la comunidad, en un contexto donde la política y la economía parecían estar en constante disputa.