La playa de Babilonia, ubicada en Guardamar del Segura, se enfrenta a una situación crítica que amenaza con borrar de la faz de la tierra más de sesenta casas centenarias. Este emblemático lugar, que ha sido hogar para generaciones de familias, está a punto de ser despojado de su esencia debido a decisiones administrativas que han dejado a sus residentes en un estado de incertidumbre y desesperación. Maruchi Saura y Asunción González, dos de las vecinas más longevas de esta comunidad, han compartido su angustia y la historia de una vida dedicada a este rincón del Mediterráneo.
La comunidad de Babilonia ha sido un refugio para muchos, donde los veranos se han vivido en un ambiente de camaradería y apoyo mutuo. Sin embargo, la amenaza de derribo se cierne sobre estas casas, construidas en las décadas de 1920 y 1930, que han resistido el paso del tiempo y las inclemencias del clima. Maruchi, con 84 años, y Asunción, de 88, han vivido aquí toda su vida, creando recuerdos imborrables junto al mar. «Formamos una familia fenomenal, de gente maravillosa. Con una forma de vivir solidaria que se acaba», lamenta Asunción, mientras recuerda los días de verano que pasaron en la playa, rodeadas de amigos y familiares.
La lucha de los residentes de Playa Babilonia ha sido larga y difícil. Desde 2018, el Estado ha decidido no prorrogar las concesiones sobre el dominio público marítimo-terrestre, lo que ha llevado a la comunidad a enfrentarse a un proceso judicial que se ha prolongado por más de ocho años. Los vecinos argumentan que las casas no son el problema, sino que el verdadero desafío radica en la falta de acción del Estado para proteger la playa y evitar su regresión. «Luchamos contra viento y marea, con gigantes, pero todavía hay esperanza», asegura Asunción, quien se niega a rendirse ante la adversidad.
La historia de estas casas es también la historia de sus habitantes. Maruchi, quien ha vivido en Babilonia durante 32 años, se encuentra ahora en una situación precaria. Vendió su vivienda en Murcia con la esperanza de disfrutar de su vida junto al mar hasta el final. Sin embargo, la inminente demolición la ha dejado sin alternativas. «Estamos pensando en meter a algún okupa, por si acaso, aunque fuera conviviendo», bromea, aunque su risa esconde una profunda tristeza. La playa ha sido su hogar, un lugar donde ha criado a sus hijas y ha visto crecer a sus nietos y bisnietos.
La comunidad de Babilonia no solo es un conjunto de casas; es un símbolo de la vida sencilla y la conexión con la naturaleza que muchos anhelan. Asunción recuerda cómo su padre adquirió una de las casas en la década de 1950, y cómo su familia ha estado ligada a este lugar desde entonces. «Está eso de la Constitución, que dice que todos los españoles tenemos derecho a una vivienda digna. Se lo pasan por el forro», critica Maruchi, quien se siente impotente ante la situación. La falta de empatía de algunos miembros de la comunidad también ha dolido. «Alguien del pueblo que conozco de toda la vida me preguntó cómo estaba. Le comenté si sabía que tiraban las casas, y me dijo: ‘Ya las habéis disfrutado bastante’», recuerda, con un tono de incredulidad.
La esperanza de que se pueda evitar el derribo persiste entre los vecinos. A pesar de las dificultades, continúan luchando y haciendo oír su voz. «Estamos intentando que la gente se dé cuenta de que nosotros no somos el problema», dice Asunción, mientras Maruchi añade que no quieren problemas, solo justicia. La comunidad ha llevado a cabo numerosas iniciativas para dar a conocer su situación, buscando apoyo y solidaridad en un momento tan crítico.
El proceso de vaciado de las casas está programado para comenzar el 9 de septiembre, con el derribo previsto para el 15 del mismo mes. La mayoría de los residentes han optado por presentar sus propios proyectos para evitar que el costo de la demolición sea asumido por el Estado, lo que podría resultar mucho más caro. Sin embargo, la incertidumbre sigue siendo abrumadora. La Generalitat ha solicitado la suspensión cautelar del derribo, pero la falta de competencias para proteger estas viviendas como patrimonio etnológico complica aún más la situación.
La historia de Playa Babilonia es un reflejo de la lucha por la preservación del patrimonio y la dignidad de sus habitantes. Las casas, construidas con muros de piedra y cubiertas de cañizo, son más que simples estructuras; son el hogar de recuerdos, de vidas enteras dedicadas a disfrutar de la belleza del mar. A medida que se acerca la fecha de los derribos, la comunidad se aferra a la esperanza de que su historia no termine en escombros, sino que pueda ser reconocida y preservada para las futuras generaciones.