Un tribunal de València ha condenado a un joven hondureño a siete años de prisión por agredir sexualmente a una menor tutelada con discapacidad. El caso ha generado gran atención mediática y ha puesto de relieve la vulnerabilidad de las víctimas en situaciones de abuso. La sentencia se basa en los hechos ocurridos el 2 de abril de 2024, cuando el acusado, Michael G.M., conoció a la víctima a través de Instagram mientras ella se encontraba en un centro de acogida. A pesar de que el Ministerio Fiscal había solicitado trece años de cárcel, el tribunal consideró que no se justificaba la agravante de la vulnerabilidad de la menor, argumentando que no había una diferencia de fuerza física significativa entre ambos jóvenes.
La menor, que en ese momento tenía 16 años y un grado de discapacidad del 39%, fue obligada a mantener relaciones sexuales en el rellano de la azotea del edificio donde vivía el acusado. La sentencia destaca que, aunque la víctima tenía una discapacidad, no se demostró que el agresor se aprovechara de esta circunstancia. El tribunal argumentó que la menor no había comunicado su situación al acusado y que la duración del encuentro fue breve, lo que dificultaba que el joven pudiera haber sido consciente de su vulnerabilidad.
El juicio, que se llevó a cabo en septiembre, incluyó el testimonio de la menor, quien relató los hechos de manera coherente y sin signos de resentimiento. A pesar de las afirmaciones del acusado de que la denuncia era fruto de un rechazo personal, el tribunal no encontró evidencia que respaldara su versión. Un mensaje enviado por el agresor a la menor horas después de la agresión, en el que cuestionaba su falta de respuesta, fue considerado como un indicio de culpabilidad.
### Detalles del Caso y Proceso Judicial
Los hechos se desarrollaron cuando la menor, acompañada de dos amigas, se reunió con el acusado tras haber intercambiado mensajes en Instagram. Durante el encuentro, el joven comenzó a tocarla sin su consentimiento y, posteriormente, la agredió sexualmente. La menor, paralizada por la situación, no pudo defenderse. Dos días después de la agresión, la víctima comunicó lo sucedido a su educadora en el centro de acogida, lo que llevó a la activación del protocolo de agresiones sexuales y a la denuncia formal en la comisaría.
El tribunal, al evaluar las pruebas presentadas, incluyó el testimonio de la directora del centro de acogida, quien corroboró que la menor no había mostrado comportamientos disruptivos y que su discapacidad no le permitía inventar una historia tan compleja. La declaración de la menor fue grabada en una cámara Gesell, un método que busca proteger a las víctimas menores de edad durante el proceso judicial. Este tipo de testimonios son fundamentales en casos de agresión sexual, ya que permiten obtener una versión más clara y menos intimidante de los hechos.
El juez también consideró los informes periciales y psicológicos que se realizaron a la menor tras la denuncia. Estos informes confirmaron la veracidad de su relato y la gravedad de la situación que había vivido. A pesar de la defensa del acusado, que intentó desacreditar a la víctima, el tribunal se mantuvo firme en su decisión de condenarlo por agresión sexual con acceso carnal, tanto por vía bucal como vaginal, utilizando violencia e intimidación.
### Consecuencias Legales y Sociales
La sentencia impone al condenado no solo la pena de prisión, sino también la prohibición de comunicarse o acercarse a menos de 100 metros de la víctima durante doce años después de cumplir su condena. Además, se le inhabilita para cualquier profesión que implique contacto regular con menores durante el mismo periodo. Esta medida busca proteger a la víctima y prevenir futuros incidentes de abuso.
El caso ha suscitado un debate sobre la protección de menores tutelados y la necesidad de establecer medidas más efectivas para prevenir y sancionar agresiones sexuales. La sentencia, aunque no es firme y puede ser recurrida ante el Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana, marca un precedente importante en la lucha contra la violencia sexual hacia menores. La sociedad espera que este tipo de casos se manejen con la seriedad y el rigor que merecen, garantizando así la protección de las víctimas y la justicia para los agresores.
