La isla de Tabarca, un pequeño enclave en la costa de Alicante, ha sido objeto de atención reciente debido a las crecientes demandas de sus residentes, quienes buscan que su hogar sea tratado como un barrio más de la ciudad. En una mesa redonda celebrada en la Sede Universitaria Ciudad de Alicante, vecinos, asociaciones culturales y empresarios se unieron para discutir los problemas que enfrenta la isla, que van desde la falta de transporte público hasta el deterioro de su patrimonio histórico.
### La Realidad de la Vida en Tabarca
La presidenta de la Asociación de Vecinos de Tabarca, Carmen Martí, fue clara al expresar las necesidades de la comunidad. «Queremos recuperar la normalidad de un barrio de Alicante», afirmó, subrayando que la isla carece de transporte regular y que las infraestructuras son deficientes. La limpieza es otro de los puntos críticos, ya que los residentes sienten que la isla está constantemente sucia y desatendida. Esta situación ha llevado a un sentimiento de abandono entre los habitantes, quienes sienten que sus peticiones no son escuchadas por las autoridades locales.
Martí también destacó que el Plan Especial de Protección de Tabarca sigue paralizado, lo que agrava aún más la situación. «Solo se ha presentado un borrador y no sabemos nada más. Mientras tanto, seguimos dependiendo de los barcos turísticos para salir y entrar», lamentó. Esta dependencia del transporte marítimo no solo afecta la calidad de vida de los residentes, sino que también limita el acceso a servicios básicos.
La mesa redonda, moderada por José Ramón Navarro Vera, coordinador del Aula de la Ciudad, enfatizó la necesidad de un diálogo constructivo entre todos los actores involucrados. Navarro Vera argumentó que Tabarca debería ser considerada como un barrio más de Alicante, aunque con características únicas que requieren atención especial. La combinación de insularidad, turismo masivo y la necesidad de proteger el entorno natural presenta un desafío complejo que debe ser abordado de manera integral.
### Desafíos Culturales y Turísticos
Desde el ámbito cultural, Antonio Ruso, presidente de la Asociación Tabarca Cultural, abordó el deterioro del patrimonio histórico de la isla. Según Ruso, los museos están cerrados y monumentos como la Torre de San José y las murallas se encuentran en un estado lamentable. «El abandono es evidente y lo sabemos todos, pero no se hace nada», afirmó, pidiendo un modelo turístico más equilibrado que no dependa únicamente de la temporada alta de verano.
El empresario Antonio Cachopino, que trabaja en el sector de la hostelería y el transporte marítimo, también expresó su preocupación por el estado de la isla. «Falta limpieza y hay demasiado descontrol», resumió, señalando que la afluencia masiva de turistas en los meses de verano genera caos y molestias para los residentes. Cachopino sugirió que se revisen las tarifas de transporte, ya que el costo de siete euros desde Santa Pola podría estar incentivando un número excesivo de visitantes, lo que la isla no puede soportar.
La experiencia de La Graciosa, otra isla habitada en Canarias, fue compartida por Miguel Páez, quien destacó los retos que enfrentan las comunidades insulares. La Graciosa ha visto un aumento significativo en el turismo, lo que ha generado desafíos en términos de vivienda y servicios básicos. «El alquiler vacacional y la presión turística nos han cambiado por completo», comentó, enfatizando la importancia de mantener la vida en la isla a pesar de estos cambios.
La jornada concluyó con un llamado a la acción para coordinar esfuerzos entre administraciones, asociaciones y residentes. Los participantes coincidieron en que Tabarca no puede seguir siendo solo un escaparate turístico, sino que debe convertirse en un lugar que ofrezca dignidad y servicios a quienes viven allí durante todo el año. La comunidad de Tabarca continúa luchando por su reconocimiento y por un futuro donde sus necesidades sean atendidas de manera efectiva.
